Si hay una patología de la salud mental que soporta un gran número de prejuicios, esa es el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH).
Por ello, es necesario aclarar y desmentir falsas creencias o mitos que sólo sirven parainjustamenteestigmatizar aún más, tanto a quienes padecen éste trastorno como a sus familias.
EL TDAH NO EXISTE, ES UNA INVENCIÓN QUE ESTÁ DE MODA
La existencia de un desorden neurobiológico no es algo que pueda ser decidido por la opinión pública, a través de meras suposiciones, opiniones personales o debates deliberados sin evidencias contrastadas que los respalden , sino que es objeto de investigación científica. Distintos estudios a lo largo de un siglo, han identificado a un grupo de individuos que tienen problemas de concentración, control de impulsos y, en algunos casos, hiperactividad.
La primera descripción de un cuadro que hoy diagnosticaríamos como un TDAH fue realizada por Sir Alexander Chrichton en 1798.
Este autor ya insistía en la falta de constancia e incapacidad para atender de los niños y niñas que lo padecían. El “padre” del TDAH, el pediatra británico Sir George Frederic Still (1868–1941) fue el primero en señalar la proporción 3:1 (hombres: mujeres) que seguimos observando hoy en día, a pesar de los cambios sociales y culturales acaecidos.
En 1932, Hans Pollnow (1902–1943) y Franz Kramer (1878–1967) realizaron descripciones de niños “hiperquinéticos” similares a las de la actualidad (Lange et al., 2010). Por ejemplo, señalaban sus dificultades en actividades que requieren de un esfuerzo sostenido, lo que limitaba su rendimiento académico y el potencial de su inteligencia real.
Pero también objetivaban que estos niños podían concentrarse en ocasiones en algunas actividades de su interés. Es por ello que los menores con TDAH pueden y a modo de ejemplo real; pasarse horas jugando a la Play.
En 1998 la American Medical Association describió el TDAH como "uno de los trastornos mejor estudiados en medicina, en el que los datos globales sobre su validez superan a los de muchas enfermedades".
A su vez, la Organización Mundial de la Salud, en su documento "Caring for children and adolescents with mental disorders" (2003) lo identifica como un trastorno poco conocido y con importantes repercusiones económicas en el cuidado de la salud infantil, negado hasta fechas recientes debido a que no se reconocía la existencia de una vida mental propia en la infancia.
Por otra parte, no existe ninguna prueba objetiva que invalide su diagnóstico o demuestre su inexistencia.
Por consiguiente, hay razones históricas que justifican que al TDAH no se le haya dado relevancia hasta hace relativamente poco tiempo.
Si uno piensa en cuales eran las condiciones de vida a finales del siglo XIX o principios del XX, es razonable pensar que el hecho de que hubiera algunos chavales algo más inquietos no captara la atención de los “padres” de lo que hoy llamamos Psiquiatría. Estaban, efectivamente, ocupados en explicar desórdenes de salud mental de mayor gravedad que el TDAH, como la esquizofrenia o el trastorno bipolar.
Por lo tanto, el TDAH no es una enfermedad creada. Ni siquiera se trata de un proceso de medicalización.
EL TDAH ES CULPA DE LOS PADRES Y LA MALA EDUCACIÓN QUE SE LES PROPORCIONA A ESTOS NIÑOS
El niño con TDAH no se porta mal a propósito; su conducta responde a causas neurobiológicas ajenas a él, y no tiene conexión con la relación o características afectivas de la familia. Si estas son negativas lo agravarán, pero no son causa suficiente para producirlo.
Por tanto, la aplicación de castigos sin ningún otro tipo de técnica o tratamiento, empeora el comportamiento de los niños con TDAH en lugar de mejorarlo.
Los menores con TDAH no se hacen, nacen: el TDAH se hereda.
Es por ello, que el TDAH no es culpa de los padres, y el trastorno no "aparece" por una mala educación, por falta de comunicación padres-hijos, por falta de afectividad, desacuerdos entre los padres, por separación o divorcio, por estar viudos o solteros, por el nacimiento de un hermano menor, porque la madre o el padre se ponga a trabajar, porque el padre o la madre trabajen mucho y pasen poco tiempo en casa, por cambiarle de colegio, por cambiar mucho de casa, por tener niñera, porque le cuiden los abuelos... aunque todos estos factores pueden agravar la situación cuando sí existe el trastorno de base.
A largo plazo, y si no se trata correctamente, reduce seriamente el rendimiento académico del niño y desemboca en fracaso escolar, generando abandono de los estudios o repetición del curso. Si pasan curso no dominan la materia anterior y la base de conocimientos del niño se hace cada vez más endeble. Además afecta el desarrollo social y emocional del niño.
Debido a los múltiples problemas en las relaciones con los compañeros por su impulsividad, los niños con TDAH tienden a tener pocos amigos, poco duraderos, y las relaciones son menos estrechas. Por los fracasos repetidos en el colegio, las discusiones con los amigos y con los padres por malas notas y mal comportamiento, son frecuentes los síntomas depresivos e incluso la depresión en los niños con TDAH.
Los niños con TDAH no tratado desarrollan con frecuencia comportamientos negativistas: desobediencias progresivas, desafío a la autoridad y poco a poco problemas de conducta mayores, e incluso abuso de alcohol y drogas (especialmente porros).
Los niños con TDAH que no reciben tratamiento correcto suelen alcanzar trabajos o profesiones por debajo de su capacidad. También son más susceptibles de tener otros problemas si no se les trata adecuada y tempranamente, como mayor tasa de embarazos en edades tempranas, mayor tasa de abuso de sustancias, menor tasa de retención de un trabajo, y menor progresión laboral.
Los padres no deben aceptar nunca que nadie les culpe del trastorno de su hijo, como tampoco se deben culpar si su hijo tiene diabetes o epilepsia.
LOS MEDICAMENTOS PARA EL TDAH SON UNA DROGA Y FRENAN EL CRECIMIENTO EN ALTURA DEL NIÑO
Este tema suele preocupar mucho a los padres y es importante que se entienda bien. Es un falso mito que el metilfenidato produzca adicción. Aunque químicamente el metilfenidato es similar a la anfetamina, a dosis normales en TDAH y por vía oral no produce efecto euforizante. El metilfenidato, al tratar el TDAH, de hecho reduce el riesgo de que el niño en el futuro abuse de drogas, porque disminuye su a impulsividad. Sin embargo, dosis altas de metilfenidato podrían causar efecto euforizante. Por ello, si se usa en chicos con problemas de abuso de drogas o alcohol, debe hacerse con control cercano.
Los padres deben guardar bajo llave la medicación y darles sólo una pastilla cada vez para evitar que tomen más de lo recetado. Esto limita el uso del metilfenidato en adolescentes con problemas de abuso de alcohol o drogas o con trastorno de conducta, pero no es el metilfenidato lo que produce éste abuso de drogas, sino el TDAH.
La forma OROS®-Metilfenidato al ser una cápsula de liberación prolongada, tiene menor riesgo de abuso.
La atomoxetina tampoco produce ningún efecto euforizante ni tiene riesgo de adicción.
El efecto de los estimulantes sobre el crecimiento ha sido una preocupación de padres y médicos durante años y ha sido muy estudiado. Algunos estudios han mostrado una reducción de la ganancia esperada de altura en los primeros 3 años de tratamiento, aunque la significación clínica de estos datos es difícil de valorar. Otros estudios encontraron una menor talla de los niños con TDAH tratados con estimulantes a los 18 años, pero no encontraron diferencias más tarde, porque los adolescentes con TDAH completaron su desarrollo un poco más tarde, y alcanzaron tallas similares a los controles.
En estudios donde se interrumpía el metilfenidato los fines de semana y en vacaciones no se observó ninguna ventaja en el crecimiento, por lo que no se recomienda parar el tratamiento los fines de semana ni en vacaciones. La talla y el peso deben monitorizarse de cerca, y en aquellos niños que pierden peso o no ganan peso adecuadamente se pueden usar suplementos energéticos y calóricos.
La atomoxetina tampoco reduce el crecimiento en altura.
EL TDAH SE CURA CON EL PASO DEL TIEMPO
El TDAH no es una enfermedad de la que uno tenga que curarse. Es un trastorno que condiciona la vida del niño y del adolescente, y lo que hay es que aprender a convivir con ello, a atenuar los síntomas para que no condicionen la vida del niño con una repercusión negativa.
Es cierto que algunos síntomas de hiperactividad disminuyen con la edad, transformándose en movimientos más finos (mover el pie, dar golpecitos). Sin embargo, la inatención y especialmente la impulsividad permanecen en adolescentes y adultos. Las estimaciones de los padres y personas que viven con el paciente son más precisas que las del paciente, que a veces minimiza sus síntomas.
Aunque algunos ya no cumplen criterios completos de TDAH, siguen teniendo síntomas que les afectan, por lo que cada vez más se considera al TDAH como un problema crónico que requiere manejo a largo plazo.
Pero no hay que curarse porque no es una enfermedad. Hay que superarlo y convivir con el trastorno de la mejor manera posible.
LOS CENTROS ESCOLARES Y LOS PROFESORES AFIRMAN QUE EL TDAH NO EXISTE
Los profesores no tienen suficiente información acerca del niño para
diagnosticar un TDAH. Por ello, cuando un profesor nota que en clase hay un alumno al que le cuesta concentrarse y prestar atención, es su responsabilidad hablar con los padres para que busquen un diagnóstico apropiado con un profesional.
Un diagnóstico correcto y temprano es el primer paso para un buen manejo del TDAH y para prevenir sus complicaciones.
Generalmente son los padres, profesores, psicólogos escolares, pedagogos, o pediatras los que primero sospechan un posible TDAH en un niño que tiene síntomas o problemas.
Un pediatra con experiencia y formación puede hacer un diagnóstico inicial e incluso iniciar un tratamiento.
Generalmente es un especialista en TDAH (psiquiatra del niño y del adolescente, neuropediatra, psiquiatra, o psicólogo clínico) el que hará un diagnóstico definitivo. Una vez realizado el diagnóstico, el médico y su equipo diseña un plan de tratamiento que puede incluir la participación de un psicólogo clínico, pedagogo, profesor de apoyo, y otros profesionales para realizar parte del tratamiento.
Siempre que se sospecha un TDAH debe existir una evaluación por un médico experto en el diagnóstico y tratamiento de niños con este problema. El psiquiatra infantil y adolescente es un médico que puede ayudar a los padres y al niño. Debe verse como un experto en el TDAH al que los padres consultan para poder tomar mejor las decisiones médicas que afecten al niño. Lo mejor es buscar un psiquiatra con el que los padres se sientan cómodos.
Primero porque tenga una calidad técnica reconocida, y luego porque sea capaz de hacerse entender y de ser cercano a las necesidades de los padres. Si el psiquiatra no escucha a los padres o les hace sentir culpables por los problemas del niño les recomiendo que busque a otro más adecuado.
Fuentes y Referencias:
funfacioncadah.org
Dr. Cesar Soutullo, Director de la Unidad de Psiquiatría Infantil y Adolescente, Clínica Universitaria de Navarra.
feaadah.org
tdahytu.es